jueves, 17 de septiembre de 2009

A insultar, que es gratis

“Llamar hijo de puta al jefe no es motivo de despido”. Con ese titular de prensa nos reíamos unos y otros esta mañana bromeando sobre la posibilidad de hacerlo a partir de ahora. Según esta noticia el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ha obligado a una empresa a readmitir a un trabajador que fue despedido por llamar “hijo de puta” a su jefe. La razón de la sentencia es que esta expresión es muy común en el lenguaje coloquial.

La misma noticia explica que El Estatuto de los Trabajadores contempla los insultos como causa de despido disciplinario, pero según el TSJC expresiones como “hijo de puta” son calificativos de uso corriente. Dejando a un lado el tema de que la sentencia me pueda parecer bien o mal, lo que me deja con la boca abierta es que este tipo de expresiones se consideren calificativos de uso corriente. Sí, es cierto que se usan habitualmente, pero ello no implica que no sean una falta de respeto. ¿O acaso por utilizarlas habitualmente están bien utilizadas? ¿Esto quiere decir que es correcto utilizarlas? ¿Cualquier hecho habitual debe dejar de ser castigado? Desde luego que no, pero parece que hemos perdido el respeto y los valores. Y para muestra, otro titular: “Voy a matar al jefe de estudios”. De forma paralela a la polémica suscitada por la Ley de Autoridad del Profesor”, un padre entró ayer en un colegio de Madrid amenazando y agrediendo a dos funcionarios del centro porque su hijo se había quejado del trato recibido en el comedor por parte de algún profesor.

Creo que lo último que se les hubiese ocurrido a mis padres ante esta situación hubiera sido ir al centro a agredir al profesor. Al contrario, en nuestra época (de la que no hace tantos años) evitábamos decir que nos habían echado un rapapolvo en clase porque el siguiente era el de tus padres (“algo habrás hecho”, hubiera sido la frase recibida). Pero no, ahora lo habitual en muchos padres (que quizás nunca debieron serlo) es acudir al centro a cargar contra los profesores si se atreven a castigar o a levantarles el tono de voz a sus hijos (porque aquello de levantar la mano sí que hace muchos años que afortunadamente dejó de ocurrir). Ante esta situación, ¿quién tiene la culpa de que los niños se rebelen en clase y de que cada día estén más imposibles? Pues va a resultar que esos padres que les aplauden las “gracias” en lugar de darles una buena educación. Al final, resulta que vamos en esa dirección de generación NI-NI (ni estudio, ni trabajo) cuya educación sufriremos dentro de pocos años.

Ahora sólo queda esperar que si los insultos y amenazas a profesores continúan siendo habituales no sean consideradas como algo de uso corriente por ningún tribunal. Hay que enseñar a las nuevas generaciones que el respeto debe ir por delante. La educación será la clave para poder sentirnos orgullosos de ellos posteriormente. Y en ese aspecto, todos tenemos mucho por hacer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario