Día tras día desayunamos con noticias sobre la crisis, la famosa crisis que sólo ha sido desplazada de los periódicos por la psicosis a la gripe A. Pero ahora que parece que comienzan a remitir las noticias sobre el dichoso virus, seguro que las dificultades económicas seguirán llenando muchas páginas.
Con crisis o sin ella, estamos acostumbrados a ver cómo los medios sirven de soporte para denuncias de ciudadanos, partidos políticos o colectivos profesionales. Los periodistas parecemos los salvadores del mundo. Se denuncia en un medio y las cosas, en muchos casos, se solucionan. Profesores, funcionarios de justicia, sanitarios y un largo etcétera que ven en los medios la ventana para demandar sus derechos. Y para eso estamos, pero… ¿y los periodistas? ¿dónde denuncian sus derechos?
La crisis también nos ha tocado. Y las empresas periodísticas, dispuestas a no perder dinero, han cerrado delegaciones y recortado plantillas. Cerca de 3.000 periodistas en toda España se han quedado sin trabajo en estos tiempos de crisis, pero ¿quién sabe eso? ¿dónde se publica? Desde luego no son los propios medios los que se van a echar piedras en su propio tejado denunciando que esos periodistas (sus empleados) hacen jornadas interminables, sin ni siquiera tener un contrato en muchos de los casos. Ya sabemos que los colaboradores nutren las redacciones y se conforman con un sueldo mileurista por hacer un trabajo del que se supone formación y experiencia.
Las empresas siguen recortando plantillas y lo seguirán haciendo mientras el producto siga saliendo. Y de momento el periódico sigue estando en las vitrinas de los kioscos cuando vamos a comprarlo por las mañanas, porque aunque haya sido elaborado por la mitad de personal que hace unos meses, el producto sigue publicándose.
Lo que deberíamos preguntarnos es si la calidad también sigue siendo la misma. Seguro que no. ¿Acaso se puede pedir calidad periodística a un profesional que ha visto cómo la empresa ha tirado a más de la mitad de sus compañeros, sabe que el próximo puede ser él, y además se ha visto obligado a multiplicar las páginas que hacía a diario?
En este contexto es fácil perder el compromiso con los valores periodísticos, y de hecho, vemos cómo se van perdiendo y la prensa va perdiendo paulatinamente el reconocido prestigio del que ha gozado históricamente. Sabemos que el reconocimiento de la sociedad al periodismo podría salvarlo de la crisis, pero para ello hay que recuperar la calidad y la deontología profesional. Por ello, va siendo hora de regular el trabajo periodístico. Y la clave podría estar en la creación de colegios profesionales. Algunas autonomías ya cuentan con ellos, el resto debería tomar ejemplo para poder salvar una profesión necesaria para asegurar el derecho a la información.
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