No llega antes quien más corre, sino quien menos tropieza. Con esa inteligente frase acababa ayer un reportaje de Telecinco sobre el stress y las prisas. Y es que cada día corremos más. Vamos con prisa a todos los sitios y curiosamente al final en lugar de quedarnos más tiempo para nuestras cosas tenemos menos tiempo para todo: amigos, familia u ocio.
Llegamos a un sitio y estamos ya pensando en que tenemos que estar en otro en menos de 15 minutos. Y al final tanto correr para quejarnos de aburrimiento en el momento en el que tenemos un poco de tiempo libre. Y lo más curioso es que nosotros mismos hacemos cosas por las que duplicamos trabajo o no ahorramos ni un segundo. Cogemos el coche para llegar antes a algún sitio y luego nos tiramos 20 minutos para aparcar. Mandamos un mail en lugar de hacer una llamada, cuando con ésta acabaríamos mucho antes (pensadlo: el tiempo que tardas en escribir el mail, el tiempo que tardas en leerlo cuando te lo contestan, y entre unas cosas y otras pueden pasar, minutos, horas o días. ¿No sería más fácil solucionarlo con una simple llamada?). La realidad es que a veces las tecnologías nos complican la vida.
Yo, que soy amante de la calma y las cosas tranquilas, me muero por una siesta, un fin de semana sin hacer nada o unas horas sentada frente al mar. Todo para disfrutar de esas pequeñas cosas que pueden darte grandes satisfacciones. Seguro que tomarse las cosas con tranquilidad es bueno para la salud.
Parece que en esta sociedad cada vez queda menos tiempo para el relax. Y es precisamente esa prisa que llevamos en hacerlo todo la que luego provoca que necesitemos yoga, spa o un masaje. Todo sea para evadirnos del stress. ¿Pero, no sería mejor tomarnos las cosas de otra manera?
Llegamos a un sitio y estamos ya pensando en que tenemos que estar en otro en menos de 15 minutos. Y al final tanto correr para quejarnos de aburrimiento en el momento en el que tenemos un poco de tiempo libre. Y lo más curioso es que nosotros mismos hacemos cosas por las que duplicamos trabajo o no ahorramos ni un segundo. Cogemos el coche para llegar antes a algún sitio y luego nos tiramos 20 minutos para aparcar. Mandamos un mail en lugar de hacer una llamada, cuando con ésta acabaríamos mucho antes (pensadlo: el tiempo que tardas en escribir el mail, el tiempo que tardas en leerlo cuando te lo contestan, y entre unas cosas y otras pueden pasar, minutos, horas o días. ¿No sería más fácil solucionarlo con una simple llamada?). La realidad es que a veces las tecnologías nos complican la vida.
Yo, que soy amante de la calma y las cosas tranquilas, me muero por una siesta, un fin de semana sin hacer nada o unas horas sentada frente al mar. Todo para disfrutar de esas pequeñas cosas que pueden darte grandes satisfacciones. Seguro que tomarse las cosas con tranquilidad es bueno para la salud.
Parece que en esta sociedad cada vez queda menos tiempo para el relax. Y es precisamente esa prisa que llevamos en hacerlo todo la que luego provoca que necesitemos yoga, spa o un masaje. Todo sea para evadirnos del stress. ¿Pero, no sería mejor tomarnos las cosas de otra manera?